13.6.10

Milanesa, Blondor, testosterona, (III y final)


Por último, hay un lugar que hoy Deyanira recuerda con amor-odio. Se trata de la heladería Italia, en calle Santa Fe, frente al Jardín Botánico. Los sabores artesanales y las historias de los dos caballeros que atendían fueron irresistibles. Cada tarde se daba una vuelta y se tomaba un “pinito” de dulce de leche, que era un helado sabor manjar, con palito y bañado en chocolate. El último día, Deyanira pasó a despedirse y los heladeros le regalaron un pote entero de helado de dulce de leche que pusieron delicadamente en un bolsita plástica muy tierna que dice “helados” y tiene muchos dibujitos de conos de barquillo y bolitas de helado en color azul y naranja. Deyanira amó tanto ese gesto que aún conserva la bolsita. Lloraba en el Cata Bus de vuelta, mientras cuchareaba y cuchareaba su presente. Luego, vino la milanesa del almuerzo y cuando el camino empezó a serpentear cordillera abajo, tuvo que correr al baño, desde donde no pudo salir hasta llegar al Terminal Alameda. De ahí el amor-odio de Deyanira por aquel dulce local, además de los 7 kilos que ganó en este, su primer vieja fuera del país.

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