31.7.10

Un invierno Chocofli

A pesar de venir del sur, el frío nunca le ha sentado bien a Deyanira.
Cuando la temperatura es menor a 5 grados, los dedos de sus manos toman un color violeta que asusta. No puede evitar los tiritones y sueña permanentemente con pasar los días enteros en su cama.
Por eso, Deyanira busca formas de hacer esa temporada más llevadera. Y este año descubrió un gran aliado. El Chocofli.
Vienen en unas adorables cajitas que traen 20 unidades por 2 mil pesos.
La primera vez los compró en el transporte público. Los amó tanto que conservó el envoltorio donde viene escrito el celular (09)7362629 y el correo electrónico chocofli@hotmail.com donde uno puede mandar a encargar más y más chocoflies.
Deyanira valora la excelente presentación de este delicioso producto. Le produce mucho placer ver esos veinte chocoflies apiladidos dentro de su caja color chocolate con puntos naranjos y sacarlos uno a uno junto a una taza de café.

19.7.10

Dos artistas que Deyanira admira

Richard Marx
Le encanta su pelo y un video donde sale tocando el piano solito en medio de un estadio vacío. Valora mucho el hecho de que a pesar de ser feo, le va bien y es romántico. Deyanira le sacó la letra a uno de sus temas y se lo aprendió de corrido en inglés.

Puma Rodríguez
Le gusta básicamente por el pelo, que se parece al de Richard Marx, pero más melenudo. Cuando lo vio en una teleserie en que aparecía corriendo con la camisa abierta y el pelo al viento, quedó prendada de por vida.

11.7.10

Casero: Condoritos con calcetines

Deyanira sabe que no es bonito pero, no lo puede evitar. En la casa, le gusta andar con hawaianas y para que no se le entuman los pies, cuando hace frío se pone unas calcetas gruesas que le quedan grandes, estira bien los dedos, se acomoda las condoritos y anda todo el día de lo más cómoda trajinando.

3.7.10

Camisetas de panty con hoyos: ¡Mostrar la hilacha es jorni!

Una noche medio ardiente de invierno, Mariano le sacó a Deyanira, de a poquito, las varias capas de ropa que llevaba puestas. Cuando llegó a la camiseta negra de panty, se detuvo. Deyanira lo miró interrogante, primero, y avergonzada después, cuando se acordó de los tremendos hoyos que tenía su prenda. Él se le acercó al oído y le dijo, medio tembloroso, que esos pedazos de piel que se asomaban tras los agujeros eran demasiado cachondos y que quería hacerle el amor toda la noche con su camisetita raída.