30.4.11

Maneja para que no te manejen

Deyanira tiene conflictos con los automóviles. Hasta hace poco le cargaban. Le molestaba sobre todo el olor a goma que tienen en el interior porque eso le recuerda la angustia estomacal de sus traslados desde Ignao a Lago Ranco cada domingo.
Después del Japening con Ja, su tío Lito la pasaba a buscar en su pan de molde para llevarla al internado donde ella cursó enseñanza básica y media.Ese trayecto a oscuras en medio de la niebla, los corcoveos sobre el ripio suelto, el vaho en los vidrios, el olor a bencina y a caucho recalentado que saturaban el ambiente, le daban náuseas.
Además, el tío Lito, cada vez más seguido, se equivocaba y  le agarraba la rodilla en vez de pasar el cambio.
Por eso, en un principio ella le agarró fobia a los automóviles, pero con los años ha descubierto algunas cosas del mundo automotriz que le gustan. Primero, está esa frase que le dijo su vecina con la cara llena de risa después de obtener su licencia de conducir: “Lo que pasa Deya, es que cuando manejas, no te manejan”.
Después, hay un par de gestos en el automovilista de sexo masculino que le agitan el pecho a Deyanira. Ella sabe que es feo pero, cuando un auto bien grande se detiene para dejarla pasar, ella no puede evitar sentirse muy sexy y desear estar ahí dentro, ser la copiloto. También ama ver a esos hombres que le abren la puerta del auto a su mujer y luego se dan la vuelta para tomar el volante.
Hay algo con los autos. Eso piensa Deyanira. La gente cambia arriba del auto. Unos se escarban la nariz con desenfreno, otras miran con desprecio a la peatona anónima y algunos, al volante, se transforman en príncipes. Todas estas contradicciones están en su mente y no la dejan decidir si pasar a ser parte del parque vehicular o seguir disfrutando del aire que le da en la cara cuando camina o anda en bicicleta.

1 comentario:

Admirador Nº1 dijo...

Señorita Deyanira... con ansias esperé este nuevo posteo.
Por favor, no nos prive de su luz por tanto tiempo.